sábado, 15 de septiembre de 2012

15 DE SEPTIEMBRE NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES O DE LA SOLEDAD

NUESTRA SEÑORA DE LOS DOLORES



Por dos veces durante el año, la Iglesia conmemora los dolores de la Santísima Virgen que es el de la Semana de la Pasión y también hoy, 15 de septiembre.

La primera de estas conmemoraciones es la más antigua, puesto que se instituyó en Colonia y en otras partes de Europa en el siglo XV y cuando la festividad se extendió por toda la Iglesia, en 1727, con el nombre de los Siete Dolores, se mantuvo la referencia original de la Misa y del oficio de la Crucifixión del Señor.

En la Edad Media había una devoción popular por los cinco gozos de la Virgen Madre, y por la misma época se complementó esa devoción con otra fiesta en honor a sus cinco dolores durante la Pasión. Más adelante, las penas de la Virgen María aumentaron a siete, y no sólo comprendieron su marcha hacia el Calvario, sino su vida entera. A los frailes servitas, que desde su fundación tuvieron particular devoción por los sufrimientos de María, se les autorizó para que celebraran una festividad en memoria de los Siete Dolores, el tercer domingo de septiembre de todos los años.

SIETE DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

Practicamos esta devoción rezando, todos los días, siete veces el Avemaría mientras meditamos los siete dolores de María (un Avemaría en cada dolor).

María quiere que meditemos en sus dolores. Por eso al rezar cada Avemaría es muy importante que cerrando nuestros ojos y poniéndonos a su lado, tratemos de vivir con nuestro corazón lo que experimentó su Corazón de Madre tierna y pura en cada uno de esos momentos tan dolorosos de su vida. Si lo hacemos vamos a ir descubriendo los frutos buenos de esta devoción: empezaremos a vivir nuestros dolores de una manera distinta y le iremos respondiendo al Señor como Ella lo hizo.

Comprenderemos que el dolor tiene un sentido, pues ni a la misma Virgen María, la Madre “tres veces admirable”, por ser Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y Esposa de Dios Espíritu Santo, Dios la libró del mismo.

Si María, que no tenía culpa alguna, experimentó el dolor, ¿por qué no nosotros?

PROMESAS DE LA VIRGEN A LOS DEVOTOS DE SUS DOLORES

Siete gracias que la Santísima Virgen concede a las almas que la honran diariamente (considerando sus lágrimas y dolores) con siete Avemarías. Santa Brígida. 

1º. Pondré paz en sus familias.

2º. Serán iluminados en los Divinos Misterios.

3º. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.

4º. Les daré cuanto me pidan con tal que no se oponga a la voluntad de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.

5º. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y los protegeré en todos los instantes de sus vidas.

6º. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte: verán el rostro de su Madre.

7º. He conseguido de mi Divino Hijo que los que propaguen esta devoción (a mis lágrimas y dolores) sean trasladados de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos “su eterna consolación y alegría”. 

LOS SIETE DOLORES DE LA VIRGEN 

1º. La profecía de Simeón (Lc. 2, 22-35) ¡Dulce Madre mía! Al presentar a Jesús en el templo, la profecía del anciano Simeón te sumergió en profundo dolor al oírle decir: “Este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos de Israel, y una espada traspasará tu alma”. De este modo quiso el Señor mezclar tu gozo con tan triste recuerdo. Rezar Avemaría.

2º. La persecución de Herodes y la huída a Egipto (Mt. 2, 13-15) ¡Oh Virgen querida!, quiero acompañarte en las fatigas, trabajos y sobresaltos que sufriste al huir a Egipto en compañía de San José para poner a salvo la vida del Niño Dios. Rezar Avemaría.

3º. Jesús perdido en el Templo, por tres días (Lc. 2, 41-50) ¡Virgen Inmaculada! ¿Quién podrá pasar y calcular el tormento que ocasionó la pérdida de Jesús y las lágrimas derramadas en aquellos tres largos días? Déjame, Virgen mía, que yo las recoja, las guarde en mi corazón y me sirva de holocausto y agradecimiento para contigo. Rezar Avemaría.

4º. María encuentra a Jesús, cargado con la Cruz (Vía Crucis, 4ª estación) Verdaderamente, calle de la amargura fue aquella en que encontraste a Jesús tan sucio, afeado y desgarrado, cargado con la cruz que se hizo responsable de todos los pecados de los hombres, cometidos y por cometer. ¡Pobre Madre! Quiero consolarte enjugando tus lágrimas con mi amor. Rezar Avemaría.

5º. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor (Jn. 19, 17-30) María, Reina de los mártires, el dolor y el amor son la fuerza que los lleva tras Jesús, ¡qué horrible tormento al contemplar la crueldad de aquellos esbirros del infierno traspasando con duros clavos los pies y manos del salvador! Todo lo sufriste por mi amor. Gracias, Madre mía, gracias. Rezar Avemaría.

6º. María recibe a Jesús bajado de la Cruz (Mc. 15, 42-46) Jesús muerto en brazos de María. ¿Qué sentías Madre? ¿Recordabas cuando Él era pequeño y lo acurrucabas en tus brazos?. Por este dolor te pido, Madre mía, morir entre tus brazos. Rezar Avemaría.

7º. La sepultura de Jesús (Jn. 19, 38-42) Acompañas a tu Hijo al sepulcro y debes dejarlo allí, solo. Ahora tu dolor aumenta, tienes que volver entre los hombres, los que te hemos matado al Hijo, porque Él murió por todos nuestros pecados. Y Tú nos perdonas y nos amas. Madre mía perdón, misericordia. Rezar Avemaría.

En el libro "Las Glorias de María" de San Alfonso María de Ligorio se dice lo siguiente:

"El mismo Jesús reveló a la beata Mónica de Binasco que él se complace mucho en ver que se siente compasión por su Madre, y así le habló: Hija, agradezco mucho las lágrimas que se derraman por mi pasión; pero amando con amor inmenso a mi Madre María, me es sumamente grata la meditación en los dolores que ella padeció en mi muerte.

Por eso son tan grandes las gracias prometidas por Jesús a los devotos de los dolores de María. Refiere Pelbarto haberse revelado a Santa Isabel, que San Juan, después de la Asunción de la Virgen, ardía en deseos de verla; y obtuvo la gracia pues se le apareció su amada Madre y con ella Jesucristo. Oyó que María le pedía a su divino Hijo, gracias especiales para los devotos de sus dolores. Y Jesús le prometió estas gracias especiales:

1ª. Que el que invoque a la Madre de Dios recordando sus dolores, tendrá la gracia de hacer verdadera penitencia de todos sus pecados.

2ª. Que los consolará en sus tribulaciones, especialmente en la hora de la muerte.

3ª. Que imprimirá en sus almas el recuerdo de su Pasión y en el cielo se lo premiará.

4ª. Que confiará estos devotos a María para que disponga de ellos según su agrado y les obtenga todas las gracias que desee".

sábado, 8 de septiembre de 2012

8 DE SEPTIEMBRE LA CELEBRACIÓN DE LA NATIVIDAD DE MARÍA EN LA IGLESIA

CELEBRACIÓN DE LA NATIVIDAD DE MARÍA EN LA IGLESIA.




La celebración de la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María, es conocida en Oriente desde el siglo VI. Fue fijada el 8 de septiembre, día con el que se abre el año litúrgico bizantino, el cual se cierra con la Dormición, en agosto. En Occidente fue introducida hacia el siglo VII y era celebrada con una procesión-letanía, que terminaba en la Basílica de Santa María la Mayor.

El Evangelio no nos da datos del nacimiento de María, pero hay varias tradiciones. Algunas, considerando a María descendiente de David, señalan su nacimiento en Belén. Otra corriente griega y armenia, señala Nazareth como cuna de María.

Sin embargo, ya en el siglo V existía en Jerusalén el santuario mariano situado junto a los restos de la piscina Probática, o sea, de las ovejas. Debajo de la hermosa iglesia románica, levantada por los cruzados, que aún existe -la Basílica de Santa Ana- se hallan los restos de una basílica bizantina y unas criptas excavadas en la roca que parecen haber formado parte de una vivienda que se ha considerado como la casa natal de la Virgen.

Esta tradición, fundada en apócrifos muy antiguos como el llamado Protoevangelio de Santiago (siglo II), se vincula con la convicción expresada por muchos autores acerca de que Joaquín, el padre de María, fuera propietario de rebaños de ovejas. Estos animales eran lavados en dicha piscina antes de ser ofrecidos en el templo.

La fiesta tiene la alegría de un anuncio premesiánico. Es famosa la homilía que pronunció San Juan Damasceno (675-749) un 8 de septiembre en la Basílica de Santa Ana, de la cual extraemos algunos párrafos:

"¡Ea, pueblos todos, hombres de cualquier raza y lugar, de cualquier época y condición, celebremos con alegría la fiesta natalicia del gozo de todo el Universo. Tenemos razones muy válidas para honrar el nacimiento de la Madre de Dios, por medio de la cual todo el género humano ha sido restaurado y la tristeza de la primera madre, Eva, se ha transformado en gozo. Ésta escuchó la sentencia divina: parirás con dolor. A María, por el contrario, se le dijo: Alégrate, llena de gracia!

¡Oh feliz pareja, Joaquín y Ana, a ustedes está obligada toda la creación! Por medio de ustedes, en efecto, la creación ofreció al Creador el mejor de todos los dones, o sea, aquella augusta Madre, la única que fue digna del Creador. ¡Oh felices entrañas de Joaquín, de las que provino una descendencia absolutamente sin mancha! ¡Oh seno glorioso de Ana, en el que poco a poco fue creciendo y desarrollándose una niña completamente pura, y, después que estuvo formada, fue dada a luz! Hoy emprende su ruta la que es puerta divina de la virginidad. De Ella y por medio de Ella, Dios, que está por encima de todo cuanto existe, se hace presente en el mundo corporalmente. Sirviéndose de Ella, Dios descendió sin experimentar ninguna mutación, o mejor dicho, por su benévola condescendencia apareció en la Tierra y convivió con los hombres".

Si pensamos por cuántas cosas podemos hoy alegrarnos, cuántas cosas podemos festejar y por cuántas cosas podemos alabar a Dios; todos los signos, por muchos y hermosos que sean, nos parecerán tan sólo un pálido reflejo de las maravillas que el Espíritu de Dios hizo en la Virgen María, y las que hace en nosotros, las que puede seguir haciendo... si lo dejamos.

8 DE SEPTIEMBRE NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

LA FIESTA DE LA NATIVIDAD DE MARÍA



El documento más antiguo en conmemoración de esta fiesta data del siglo sexto. San Romano, el gran lírico eclesiástico de la Iglesia Griega, compuso en honor de la fiesta un himno (Card. Pitra, "Hymnogr. Graeca", Paris, 1876, 199) el cual es un bosquejo poético del evangelio apócrifo de Santiago. San Romano era nativo de Emesa en Siria, fue diácono de Berytus y posteriormente en la iglesia Blachernae de Constantinopla. Compuso sus himnos entre los años 536 y 556 (P. Maas en "Byzant. Zeitschrift", 1906). El origen de la fiesta puede haber tenido lugar en Siria o Palestina a principios del siglo sexto, momento en que, terminado el Concilio de Éfeso y bajo la influencia de la “Apócrifa”, el culto a la Madre de Dios se intensificó notablemente, especialmente en Siria. En los comienzos del siglo octavo, San Andrés de Creta predicó numerosos sermones respecto de esta fiesta (Lucius-Anrich, "Anfänge des Heiligenkultus", Tubinga, 1906, 468). Las evidencias intentan mostrar porqué fue elegido el ocho de septiembre para esta fecha. La Iglesia de Roma la adoptó del Este en el siglo siete; se le encuentra en los Sacramentarios Gelasiano (siglo siete) y Gregoriano (del octavo al noveno siglo). Sergio I (687-701) prescribió una letanía y una procesión para esta fiesta (P.L. cxxviii, 897 sqq.). En vista de que la historia de la Natividad de María es conocida sólo a través de fuentes apócrifas, la Iglesia Latina tardó en aceptar esta fiesta del oriente. No aparece en muchos calendarios que sí contienen la Asunción, como el Goto-Gálico, aquel de Luxeuil, el Calendario Toledano del siglo décimo y el Calendario Mozarábigo.

La iglesia de Angers en Francia sostiene que San Maurilio instituyó esta fiesta en Angers como consecuencia de una revelación alrededor del año 430. En la noche del 8 de septiembre, un hombre escuchó a los ángeles cantando en el cielo, y al preguntarles la razón, le respondieron que estaban llenos de júbilo porque la Virgen había nacido ese día ((La fête angevine N.D. de France, IV, Paris, 1864, 188); pero esta tradición no está corroborada por pruebas históricas. La fiesta aparece en el calendario de Sonnato, Obispo de Reims, 614-31 (Kellner, Heortología, 21). Aún así no puede decirse que haya sido una fiesta ampliamente celebrada en los siglos octavo y noveno. San Fulberto, Obispo de Chartres (1028), se refiere a esta fiesta como a una reciente institución (P.L., cxli, 320, sqq.); los tres sermones que él escribió son los sermones latinos genuinos más antiguos sobre esta fiesta (Kellner, "Heortología", Londres, 1908, 230). La octava fue instituida por Inocencio IV (1243) conforme con un voto hecho por los cardenales en el cónclave del otoño de 1241, cuando fueron hechos prisioneros por Federico II durante tres meses. En la Iglesia Griega la apódosis (explicación) de la fiesta tiene lugar el 12 de septiembre, a causa de la fiesta y la solemnidad de la Exaltación de la Cruz el 13 y 14 de septiembre. Tanto los coptos en Egipto cuanto los abisnianos celebran la Natividad de María el 1 de Mayo, y continúan celebrando la fiesta por 33 días bajo el nombre de “Semilla de Jacob” (Anal. Juris Pont., xxi, 403); también la conmemoran el primero de cada mes (carta privada de P. Baeteman, C.M., Alikiena). Los coptos católicos han adoptado la fiesta Griega, pero la mantienen el 10 de septiembre (Nilles, "Kal. Man.", II, 696, 706).

LUCIUS-ANRICH, Anfange des Heiligenkultus (Tubingen, 1904); HOLWECK, Fasti Mariani (Freiburg, 1894), 118 sqq.

FREDERICK G. HOLWECK 
Transcrito por Thomas M. Barrett 
Dedicado a la Bienaventurada Virgen María
Traducido por J.M.M.